Como quiero mostrar la diversidad que me gustaría tener en mi blog, voy a dejar aquí un relato corto que escribí hace unos años y que se llevó dos premios en concursos, supongo que eso quiere decir que está bien, porque la verdad, a mi me parece bastante normalito jejeje.
Muchas gracias por visitarme!
La Pérdida
La
espera se hacía eterna, cigarrillo a cigarrillo mis nervios se iban disparando.
Sólo, en aquella gran sala blanca, viendo pasar personas de un lado a otro.
El sudor empapaba mis ropas, no
podía pensar claramente, miraba hacia la puerta, se me hacia enorme y terrible,
con dos pequeños ojos circulares y translucidos.
Se me caía el alma al suelo, podía
sentirla resbalando por la incómoda silla de plástico.
¡Ella! Quería verla, sacarla de ese
maldito lugar, y olvidar todo lo sucedido, pero… Un hombre salía por la puerta
doble, con una mascarilla verdosa, brazos en alto, a la altura del pecho, con
guantes enfundadas sus manos, estaban cubiertos de sangre !Su sangre¡ ,pasó rápidamente
por delante de mí sin apenas dirigirme una mirada. La cajetilla se acabó, no
quedaba tabaco para intentar tranquilizarme. El hombre volvía de nuevo al
quirófano.
-¿Dónde está mi mujer?-
-Tranquilícese, espere aquí-
Con gestos intentaba mantenerme donde
estaba, en mi silla. Algo pasaba.
- !Quiero verla¡ !Dígame que le
pasa¡- No podía dejar de gritar mientras el hombrecillo intentaba detenerme.
-Su mujer ha perdido mucha sangre,
no sabremos nada hasta pasado un rato; siéntese por favor-
El mundo se me venía encima mientras yo me
dejaba caer sobre el asiento. El cirujano entró de nuevo por las puertas. No
podía más, ella era mi vida, mi familia, mi razón de vivir.
Me levanté, miré a los lados de la sala vacía
y reuní todo mi valor para dirigirme hacia el quirófano que ahora se me
antojaba enorme, y poco a poco acercaba mi mano hacia la dura y fría puerta. De
un golpe la abrí y entré a trompicones.
Un grupo de cabezas enfundadas se
giraron al unísono, me miraron, y comenzaron a hablarme muy rápido e
intentaron retenerme, pero todo para mí era
ahora inaudible porque la vi, pude verla, a mi muj…lo que quedaba de ella. Era
horroroso, no pude soportar esa visión y fui, despacio, mientras las nauseas se
apoderaban de mis entrañas, cayendo.
Esa imagen ¡Oh Dios! esa maldita
imagen, toda esa sangre, mientras me precipitaba hacia el suelo, pensaba en
todos esos momentos que pasamos juntos, en nuestra felicidad, en el accidente… No
quiero perderte.
Contemplaba a cámara lenta como los
hombres y mujeres con mascarilla y gorros me miraban cubiertos de aquel líquido
escarlata. Mas cerca del suelo, pronto se iba a acabar, caería y me dormiría,
de hecho, deseaba no poder volver a levantarme.
!Plash¡
… … Mmmm… Ohmmm…Abrí de pronto los ojos.
Recordé todo aquello. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está ella? La habitación era del
hospital, no hizo falta mas que ver la cama con sábanas blancas y la televisión
con ranura para monedas. Me dolía la cabeza.
¡ Un ruido !
La puerta se abría, una mujer con
una de esas chaquetillas y pantalones de las enfermeras entraba, afroamericana,
rellenita y no tenía buena cara.
-Perdón…
¿Mi mujer…?-
Ahora
estaba de pie, mirando al horizonte. Allí estaba, después de dos días
intentando superarlo, allí sucedió todo, este era el puente, incluso diría que
la marca de neumáticos desviándose de la carretera era la de nuestro coche.
Allí pasó todo.
Di otro trago a la botella, a ella y a mí
siempre nos había gustado esa marca de whiskey escocés, lo pasábamos en grande…
Quizás bebimos demasiado.
Era de noche, solo podía ver los
faros del automóvil, y las pequeñas luces nocturnas del puente. Estaba solo,
quizás se oían algunas aves, pues todo aquello estaba rodeado de árboles pero
no era algo que me importase demasiado. La calma se hacía dominante, asique me
pareció el momento justo, un último trago.
Comencé a andar, despacio, sin
prisa, recordé su cara, su piel, su pelo, sus ojos… La echaba tanto de menos.
Subí con cuidado de no caerme a la
sólida estructura de metal que sirve para proteger a los conductores y sus máquinas
de una caída libre. Noté la brisa fría en mi piel, el pelo se me alborotaba,
era una sensación magnífica, abrí los ojos, mire al cielo nocturno y me despedí.
El agua calmada y tranquila, se perturbó
apenas un minuto, reinaba el silencio atronador de la muerte. El agua volvió a
su estado natural, y más que nunca se oyeron las aves, quizás intentando
rellenar un hueco en la noche.
Muy bueno Dani, me ha gustado la forma de conducir la historia y no contarlo todo, dejar que deduzcamos.
ResponderEliminarNo me extraña que ganara premios, esta muy bien. ;-)
Muchas gracias por tu comentario Jaime, me alegro mucho de que te haya gustado.
ResponderEliminarGracias por tus palabras ;-)