5 de julio de 2013

Textos: La Pérdida

¡Hola a quien este leyendo!

Como quiero mostrar la diversidad que me gustaría tener en mi blog, voy a dejar aquí un relato corto que escribí hace unos años y que se llevó dos premios en concursos, supongo que eso quiere decir que está bien, porque la verdad, a mi me parece bastante normalito jejeje.

Muchas gracias por visitarme!



La Pérdida

La espera se hacía eterna, cigarrillo a cigarrillo mis nervios se iban disparando. Sólo, en aquella gran sala blanca, viendo pasar personas de un lado a otro.
            El sudor empapaba mis ropas, no podía pensar claramente, miraba hacia la puerta, se me hacia enorme y terrible, con dos pequeños ojos circulares y translucidos.
            Se me caía el alma al suelo, podía sentirla resbalando por la incómoda silla de plástico.
            ¡Ella! Quería verla, sacarla de ese maldito lugar, y olvidar todo lo sucedido, pero… Un hombre salía por la puerta doble, con una mascarilla verdosa, brazos en alto, a la altura del pecho, con guantes enfundadas sus manos, estaban cubiertos de sangre !Su sangre¡ ,pasó rápidamente por delante de mí sin apenas dirigirme una mirada. La cajetilla se acabó, no quedaba tabaco para intentar tranquilizarme. El hombre volvía de nuevo al quirófano.
            -¿Dónde está mi mujer?-
            -Tranquilícese, espere aquí-
Con gestos intentaba mantenerme donde estaba, en mi silla. Algo pasaba.
            - !Quiero verla¡ !Dígame que le pasa¡- No podía dejar de gritar mientras el hombrecillo intentaba detenerme.
            -Su mujer ha perdido mucha sangre, no sabremos nada hasta pasado un rato; siéntese por favor-
El mundo se me venía encima mientras yo me dejaba caer sobre el asiento. El cirujano entró de nuevo por las puertas. No podía más, ella era mi vida, mi familia, mi razón de vivir.
Me levanté, miré a los lados de la sala vacía y reuní todo mi valor para dirigirme hacia el quirófano que ahora se me antojaba enorme, y poco a poco acercaba mi mano hacia la dura y fría puerta. De un golpe la abrí y entré a trompicones.
            Un grupo de cabezas enfundadas se giraron al unísono, me miraron, y comenzaron a hablarme muy rápido e intentaron  retenerme, pero todo para mí era ahora inaudible porque la vi, pude verla, a mi muj…lo que quedaba de ella. Era horroroso, no pude soportar esa visión y fui, despacio, mientras las nauseas se apoderaban de mis entrañas, cayendo.
            Esa imagen ¡Oh Dios! esa maldita imagen, toda esa sangre, mientras me precipitaba hacia el suelo, pensaba en todos esos momentos que pasamos juntos, en nuestra felicidad, en el accidente… No quiero perderte.
            Contemplaba a cámara lenta como los hombres y mujeres con mascarilla y gorros me miraban cubiertos de aquel líquido escarlata. Mas cerca del suelo, pronto se iba a acabar, caería y me dormiría, de hecho, deseaba no poder volver a levantarme.
!Plash¡

… … Mmmm… Ohmmm…Abrí de pronto los ojos. Recordé todo aquello. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está ella? La habitación era del hospital, no hizo falta mas que ver la cama con sábanas blancas y la televisión con ranura para monedas. Me dolía la cabeza.
¡ Un ruido !
            La puerta se abría, una mujer con una de esas chaquetillas y pantalones de las enfermeras entraba, afroamericana, rellenita y no tenía buena cara.
            -Perdón… ¿Mi mujer…?-


 Ahora  estaba de pie, mirando al horizonte. Allí estaba, después de dos días intentando superarlo, allí sucedió todo, este era el puente, incluso diría que la marca de neumáticos desviándose de la carretera era la de nuestro coche. Allí pasó todo.
Di otro trago a la botella, a ella y a mí siempre nos había gustado esa marca de whiskey escocés, lo pasábamos en grande… Quizás bebimos demasiado.
            Era de noche, solo podía ver los faros del automóvil, y las pequeñas luces nocturnas del puente. Estaba solo, quizás se oían algunas aves, pues todo aquello estaba rodeado de árboles pero no era algo que me importase demasiado. La calma se hacía dominante, asique me pareció el momento justo, un último trago.
            Comencé a andar, despacio, sin prisa, recordé su cara, su piel, su pelo, sus ojos… La echaba tanto de menos.
            Subí con cuidado de no caerme a la sólida estructura de metal que sirve para proteger a los conductores y sus máquinas de una caída libre. Noté la brisa fría en mi piel, el pelo se me alborotaba, era una sensación magnífica, abrí los ojos, mire al cielo nocturno y me despedí.


El agua calmada y tranquila, se perturbó apenas un minuto, reinaba el silencio atronador de la muerte. El agua volvió a su estado natural, y más que nunca se oyeron las aves, quizás intentando rellenar un hueco en la noche.

2 comentarios:

  1. Muy bueno Dani, me ha gustado la forma de conducir la historia y no contarlo todo, dejar que deduzcamos.
    No me extraña que ganara premios, esta muy bien. ;-)

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  2. Muchas gracias por tu comentario Jaime, me alegro mucho de que te haya gustado.

    Gracias por tus palabras ;-)

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